
04 Abr Una cuestión de oferta, demanda y principios comunitarios

Las Directivas europeas fijan límites de vertido de residuo biodegradable en vertedero so pena de sanción económica, y el compostaje se perfila como una posible solución ecológica ya que permite cerrar el ciclo devolviendo a la tierra lo que una vez salió de ella. El problema es que luego hay que pensar que se hace con todo ese material estabilizado, cómo y donde será empleado, y aquí es donde parece está el meollo de la cuestión.
Desconozco la calidad del producto generado en esta planta, pero al ser lodos una de las fracciones tratadas, presumiblemente la cantidad de metales pesados presentes en el compost pueda mermar su calidad y nichos de mercado. El asunto está de tal forma que los gestores, que desde hace tiempo regalan producto, para solucionar sus problemas de logística en la planta han ofrecido un lote de 9000 toneladas mediante subasta, con un precio de salida de 0 euros, a quien se lo pueda llevar y asuma los costes de transporte. Desde sus inicios el precio de venta al público ha sido inferior a los costes de producción, ofreciendo a los Ayuntamientos precios aun mas económicos, entonces ¿estamos haciendo las cosas bien?. Económicamente esta planta no se sostiene con la venta del producto, ¿podría hacerlo si cobrara a todos los usuarios por verter en ella?. No podemos olvidarnos del principio comunitario “el que contamina paga”, algo que debe ser asumido por todo el mundo, por los productores pero también por la propia administración responsable de la gestión del residuo.
El problema resulta ser mas complejo de lo que pudiera parecer. En primer lugar, y si nos fijamos en los mandatos legales que nos vienen impuestos de Europa, no estamos aplicando correctamente la pirámide jerárquica en lo que a gestión de residuos se refiere, supongo que por cuestiones de economía de mercado que al final son las que marcan el devenir de las cosas. El compostaje está considerado como una forma de “reciclaje” pero antes que él está la “prevención”, la reducción en peso y volumen de la cantidad de residuo producida (al margen de la peligrosidad de sus componentes, etc.). Quizá no estemos enfocando el problema correctamente considerando todo el ciclo de vida del residuo, y una política coherente de producción y consumo sea el primer paso que debiéramos dar. No es admisible, por muchos motivos, la cantidad de comida desperdiciada que termina en el cubo de la basura y que en el mejor de los casos es gestionada en plantas de compostaje.
Por otro lado en un país como el nuestro, en el que casi el 40% del territorio está afectado por la desertificación, parece increíble que no seamos capaces de gestionar todos estos excedentes y devolver a la tierra lo que le hemos arrancado. Está claro que no es el caso de la verde Asturias, fértil, alejada aparentemente de esta problemática, pero al igual que todas las Comunidades, acuciada por la necesidad de cumplir objetivos comunitarios de gestión de residuos biodegradables.
Entonces, ¿ se debe exportar a bajo coste esa sobreproducción?, y el destino ¿serian otras comunidades con problemas de desertificación?. No parece lógico que para evitar emisiones de GEI se traslade el producto a grandes distancias salvo que alguien presente un balance positivo en la operación y demuestre que la emisión de CO2 compensa el metano que generaría el depósito de esos residuos en vertederos.
¿Y si el modelo, supuestamente planteado para economizar costes, estuviera equivocado?. Es posible que en lugar de ofrecer plantas de tratamiento de gran tamaño y poco especializadas sea mas conveniente ir a un modelo mas pequeño, cercano, si queréis incluso mas manejable y humano. La solución podría pasar por implantar plantas de compostaje en pequeñas localidades, núcleos urbanos, barrios, potenciar el compostaje comunitario, pero también el domestico, acercar al ciudadano la problemática de la gestión, pero también su solución, buscando su implicación en políticas de reducción…..Aunque no me convence el sistema planteado sigo considerando al compostaje en todas sus vertientes como un método de valorización imprescindible y necesario, que no debería consistir solo en cumplir con las exigencias comunitarias, sino que debiera ser un modelo de gestión que redujera la producción en origen, que minimizara, y que permitiera devolver a la tierra nutrientes válidos para su ciclo de producción en un intercambio constante de sostenibilidad bien entendida. El producto debe ser bueno, apto para usos diversos, y debe tener mercado, pues en un país como el nuestro con las necesidades de suelo que presenta y una cada vez mas incipiente industria agrícola y ganadera ecológica, resulta difícil pensar que existan problemas de distribución.
Para que esto funcione se precisa la implicación de todos los agentes, se hace necesario el apoyo de la Administración, no para seguir financiando megaplantas que asuman residuos de muy diversa procedencia, plantas que en algunos casos seguirán siendo necesarias, sino mediante un apoyo que consista en la creación de un mercado con garantías sustentado en una regulación clara y precisa, que ofrezca seguridad a los usuarios del producto final, que premie a los buenos productores y castigue, expulsándoles del mercado, a los piratas que vende gato por liebre y desprestigian el sector hundiendo los precios y el mercado, un mercado para los excedentes y una logística de distribución bien planteada con apoyo en programas de compostaje comunitario y domestico que minimicen in situ la cantidad de fracción biodegradable que en el mejor de los casos termina en plantas de tratamiento. La mejor solución es el residuo que no se produce, pero si éste es inevitable lo adecuado es que se gestione en el mismo lugar en el que se origina o muy próximo a el .
Para que esto funcione se precisa la implicación de todos los agentes, se hace necesario el apoyo de la Administración, no para seguir financiando megaplantas que asuman residuos de muy diversa procedencia, plantas que en algunos casos seguirán siendo necesarias, sino mediante un apoyo que consista en la creación de un mercado con garantías sustentado en una regulación clara y precisa, que ofrezca seguridad a los usuarios del producto final, que premie a los buenos productores y castigue, expulsándoles del mercado, a los piratas que vende gato por liebre y desprestigian el sector hundiendo los precios y el mercado, un mercado para los excedentes y una logística de distribución bien planteada con apoyo en programas de compostaje comunitario y domestico que minimicen in situ la cantidad de fracción biodegradable que en el mejor de los casos termina en plantas de tratamiento. La mejor solución es el residuo que no se produce, pero si éste es inevitable lo adecuado es que se gestione en el mismo lugar en el que se origina o muy próximo a el .
A pesar de toda la problemática indicada, y según se desprende de la noticia comentada, el Plan de Residuos prevé inyectar mas inversión en este tipo de plantas aumentando su capacidad de tratamiento, es decir, prevé seguir con un modelo que no tiene en cuanta la demanda y que fomenta la desconfianza de los potenciales usuarios por la merma en la calidad del producto final, un modelo que deja de lado la aplicación de otro principio comunitario de gran trascendencia en lo que a gestión de residuos se refiere, el principio de proximidad.Goyo Nieto
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